¿Cuál es el punto de la acupuntura?

Un practicante de Medicina Tradicional China que quiere renunciar.

Traducido por Dashnak. Versión original.

Nota de Brott: En este post anónimo, un acupunturista describe el difícil proceso de darle la espalda a la pseudociencia y enfrentar la realidad. El renunciar a colegas y amigos en un foro público es una postura increíblemente vulnerable, y yo lo sé de primera mano. Tal vez, como otros escritores anónimos me han mencionado, el escribir acerca de sus experiencias es importante para entender sus propias creencias y cuestionarlas.

He estado pasando por el difícil y triste proceso de dejar mi carrera. No era un doctor naturópata, seguí el camino de la Medicina Tradicional China (MTC) y obtuve mi título de acupunturista y herbalista. Mientras buscaba apoyo en Internet, me encontré con NaturopathicDiaries.com y me sentí identificado con la historia de Britt y de cómo abandonó su carrera pseudo-médica, a la vez que la admiré por su postura respecto a las peligrosas mentiras que abundan en la industria de la medicina alternativa.

Como mucha gente que se aventura dentro de la medicina alternativa; recuerdo que, en la infancia, mis experiencias con los doctores fueron negativas. Tenía enfermedades crónicas y tomaba antibióticos frecuentemente. Recuerdo que mi familia era “anti-doctores”, a pesar de que en realidad tenían un entendimiento muy limitado de la ciencia y la medicina. En mi adolescencia, había adoptado la creencia auto-victimizante de que los doctores no hacían más que darme pastillas, en lugar de sanarme.
En retrospectiva, creo que culpar al establecimiento médico era mi manera de lidiar con la frustración que me causaba el no tener control sobre mi salud, lo que me llevó a visitar a un doctor de MTC en mi ciudad. ¡Quería ser como él!

¿Cómo racionalizar el estudiar acupuntura?
Tenía 20 años y mucho optimismo cuando me inscribí en un programa de 4 años de MTC. Acepté la falacia de que la medicina “alópata” trata únicamente los síntomas, y que la medicina alternativa trata el cuerpo en su conjunto y se dirige a “la raíz del problema”. Entré creyendo genuinamente que al salir podría beneficiar a la gente usando el poder de la sabiduría milenaria que había sido probada una y otra vez. Mi familia me apoyaba y hacía gustosa los sacrificios necesarios para poder pagar las cuotas de inscripción, cada vez más costosas.
Después de aproximadamente 2 años, empecé a tener dudas. Había muchas cosas que sonaban totalmente equivocadas: Desde el concepto vitalista del chi hasta la extraña mezcla entre clases de ciencia moderna y teorías anatómicas totalmente anticuadas. Los conceptos eran contradictorios , y los problemas parecían no tener fin. Sin embargo, cuando empecé a cuestionar mi “fe” ya estaba tan profundamente comprometido que sentía que no podría salir.

Durante el resto de mi curso, encontré muchas formas para racionalizar las inconsistencias lógicas y enfocar mi futura carrera desde un punto de vista más positivo. Me rodeé de colegas y maestros que calmaron mis miedos. Aprendí chino, viajé a China, me gradué con buenas calificaciones, y eventualmente me titulé con un Diplomado en Medicina Oriental y Acupuntura. Conseguí un buen trabajo en una clínica, pero pronto mis creencias comenzaron a desmoronarse.
Ya había estado leyendo mucho sobre acupuntura de fuentes como la Organización Mundial de la Salud. Al principio, podía justificar el seguir practicándola si trataba únicamente a pacientes con dolor. Sin embargo, después de que conseguí trabajo, esta restricción se volvió imposible. A mi clínica llegaba gente con una gran variedad de problemas de salud. Algunos estaban desesperados y dispuestos a probar cualquier cosa para aliviar su sufrimiento y curarse. Había ocasiones en que los pacientes parecían mejorar y me felicitaban por ser tan buen doctor. Sin embrago, con más experiencia, entendí que los que estaban verdaderamente enfermos y discapacitados iban a terminar sufriendo de la misma manera que al principio, cuando comencé a tratarlos.
Aunque mi consultorio estaba floreciendo, la culpa y la depresión me abrumaban. Luchaba con la posibilidad de que en realidad no estaba ayudando a nadie. Me enfrenté a un dilema ético: ¿Estaba engañando a mis pacientes?
Empecé a leer artículos de organizaciones escépticas y promotoras de la ciencia. Contrasté la información que descubrí en esas fuentes con las respuestas de los acupunturistas que defendían sus posturas.
Finalmente, fue leer ScienceBasedMedicine.org lo que me inspiró a renunciar. Me quedó claro que la ciencia y la lógica eran más fuertes que los conceptos vitalistas que son la base de la Medicina Tradicional China.
Como muchas personas en el campo de la medicina alternativa, fui malinformado por gente con buenas intenciones pero que no se da cuenta que las bases de sus especialidades no son consistentes con el entendimiento científico actual respecto a la salud, la enfermedad, y la naturaleza. Por ejemplo, usábamos libros de acupuntura que explicaban con toda la confianza que examinar la lengua es una manera, científicamente comprobada (lo que sea que eso signifique), de diagnosticar con precisión problemas de salud en otras partes del cuerpo humano. Recuerdo que mis profesores hablaban de que “todo el tiempo” había nuevos estudios científicos que apoyaban la acupuntura, y que la farmacología moderna apoyaba a la herbolaria tradicional China . Cuando aprendí más sobre la metodología a seguir para investigar un tema, indagué sobre muchas de esas aseveraciones y descubrí que, sencillamente, no estaban respaldadas por la ciencia. . Los estudios que nos habían mostrado eran de una pobreza metodológica tal, que sólo podían interpretarse como un apoyo a las creencias ya existentes de los “investigadores”. En muchos casos, los estudios ni siquiera existían.

La MTC está adentro de una cámara de resonancia
De vez en cuando descubro que tengo esperanzas de encontrar alguna validez para la acupuntura y la MTC. Creo que, efectivamente, es la “esperanza” la que lleva a la gente a la medicina alternativa. Queremos creer que cuando el conocimiento científico no basta, hay otra forma de recuperar el control sobre nuestros cuerpos. Ese deseo de tener esperanza es tan fuerte que personas claramente inteligentes se pueden cegar a sí mismas más allá de cualquier tipo de raciocinio.
Quisiera creer que los 4 años y el tremendo esfuerzo que invertí en mi educación sirven para algo más que la habilidad de venderle de manera legal falsas esperanzas a la gente. En ocasiones, veo que algunos de mis compañeros de carrera está enfrentando la misma disonancia cognitiva que yo sufrí. Aunque finalmente siempre encuentran la manera de ignorarla, rodeándose de personas que creen lo mismo que ellos y que desdeñan, sin considerar siquiera, a sus oponentes científicos. He estado adentro de esta cámara de eco, y puedo decir con total certeza que está llena de alegatos especiales y pensamiento mágico, en lugar de cualquier semblanza de realidad.

La sensación de estar equivocado es terrible, pero seguir practicando indiferentemente un sistema de medicina basado en la fe es mucho peor. Tengo la esperanza de que la gente que está involucrada en la medicina holística empiece a cuestionarse la validez de estas prácticas alternativas. Y más aún, tengo la esperanza de que estás personas abran sus mentes a la posibilidad de que han sido engañadas.

Steven Pinker sobre la Segunda Ley de la Termodinámica

Por qué las cosas se derrumban en el mundo físico y en nuestro mundo también.

La segunda ley de la termodinámica dice que en un sistema aislado (uno que no está añadiendo energía), la entropía siempre se incrementa al paso del tiempo. Los sistemas cerrados, inexorablemente, se vuelven menos estructurados, menos organizados, menos capaces de alcanzar resultados interesantes y útiles, hasta que se deslizan a un equilibrio de gris y tibia monotonía y se quedan ahí.

La segunda ley es reconocida en la vida diaria a través de dichos como “Todo se derrumba”, “No puedes desrevolver un huevo” y “Lo que pueda ir mal, irá mal”.

En 1915 el físico Arthur Eddington escribió “La ley que indica que la entropía siempre se incrementa mantiene, pienso, la posición suprema entre las leyes de la naturaleza.” ¿Por qué el asombro por la segunda ley? Creo que define el último propósito de la vida, la mente y el esfuerzo: el despliegue de energía e información para luchar contra la marea de entropía y esculpir refugios de orden benéfico.

La segunda ley también implica que el infortunio puede ser culpa de nadie. La mente humana naturalmente piensa que cuando cosas malas ocurren – accidentes, enfermedad, hambruna – alguien debe haber querido que sucedieran. Galileo y Newton reemplazaron este juego de moralidad cósmica con un universo de exactitud de reloj en el que los eventos están causados por condiciones en el presente, y no por metas en el futuro.

La segunda ley profundiza en ese descubrimiento: No solo el universo carece de interés sobre nuestros deseos, si no que en el curso natural de los eventos parecerá que los frustra, porque hay muchas más maneras de que las cosas vayan mal a que vayan bien. Las casas se incendian, los barcos se unden, las batallas se pierden por un clavo de herradura de caballo. La materia no se ordena espontáneamente en refugio o abrigo, y los seres vivientes no saltan a nuestros platos para volverse nuestro comida. Lo que necesita ser explicado no es la pobreza si no la riqueza.

Una subapreciación de la Segunda Ley invita a la gente a ver en cada problema social irresoluto el signo de que el mundo se está yendo al despeñadero. Pero es parte de la naturaleza misma del universo que la vida tenga problemas. Es mejor imaginarse como resolverlos, aplicando información y energía para expandir nuestro nicho de ordenamiento mejorador de vida, que iniciar un conflicto y desear lo mejor.

El profesor Pinker es un Psicólogo en la Universidad de Harvard y más recientemente el autor de “The Sense of Style”

Traducido de una adaptación de la Edge 2017 Anual Question, a ser publicada en Edge.org el 31 de diciembre de 2016. Traducido sin permiso de The Wall Street Journal. Ver Publicación Original.